Son mas de las 8 de la noche de un 9 de agosto y hoy hace ya 33 días que salí de casa para vivir una aventura en solitario que nunca antes me había atrevido a planificar. Durante este tiempo he tenido ocasión de conocer a muchísimas personas, cada una de las relaciones que se establecen es distinta a la anterior, unas más y otras menos profundas, más o menos largas, algunas de apenas un rato, pero todas ellas tienen en común una cosa… son parte de la tinta que va escribiendo esta genial historia de vida, en la certeza de que más allá de los lugares que visitas, tu experiencia está marcada por las personas con las que te cruzas en el camino.
Hoy me veo diferente al que era hace 33 días, cuando algo miedoso salí de casa persiguiendo una ilusión. ¿Dos meses y pico de vacaciones? Unos con eso de que estaba loco, bien por el tiempo o bien por lo de hacerlo solo, y otros con lo de «la suerte que tienes de poder irte dos meses…» pues si! Para viajar así estoy seguro de que hay que tener un toque de locura y otro de suerte, la locura justa que te haga ser capaz de lanzarte y la suerte de poder llevarlo a cabo… y yo he tenido un poquito de cada una.
Ecuador me pareció un país maravilloso, desde que llegué ese primer día a casa de Guille, y tanto con él como con Omar pude disfrutar de tan buenos momentos, comencé a afianzarme en esta idea que potencia mi filosofía del viaje y de la vida bajo la convicción de compartir con los demás. La selva fue una oportunidad única de aislamiento. 5 dias en los que prescindir de toda comunicación con los demás y centrarme en cosas importantes como animales y colores nunca vistos, o sonidos que nunca había escuchado, o en los que quizás nunca me había fijado hasta ahora…
Al despedirme de Cuenca, sentí un vacio enorme que se tradujo rápidamente en un bajón de animos y fuerzas importantes. Hay amistades que se hacen a primera vista y creo que en Ecuador pude sentir ese feeling. ¿Quién dijo miedo? me decia Omar!! Es un tio dpm al que me costó mucho decir adios…
Y a las pocas horas estaba entrando en Perú. Chiclayo, Trujillo, y finalmente Lima donde me esperaba Neto con muchas ganas de viajar y unirse a mi en parte de esta aventura. Junto a él he cumplido etapas. El camino al Machu, la subida al Wayna, explorar Cuzco y el valle, el descenso al Colca y todos los inconvenientes del camino que hemos tenido que ir sorteando (entre ellos una gran gripe que ya menos mal he dejado atrás… XD)
El Perú es un pais hermoso como pocos, pero no es un país fácil, la idiosincracia de la gente, la visión del local respecto al turista, las largas distancias… hacen que contar con una persona como él, que me acompañe y me complemente, y esté dispuesto a superarse a si mismo, sea toda una suerte. Y es que sin duda dos semanas compartiendo viaje con una persona que no conoces puede ayudarte a conocerte a ti mismo más de lo que puedas imaginar…
Ahora me dirijo a Lima. En casa son casi las 3 de la madrugada y la verdad es que acordarme de los mios me da mucha nostalgia. Pienso en mis padres, en los nervios de mi Rosita por pensar que algo pueda salir mal, siempre con su miedo característico, en mi hermana, mi Pi, mi Timmy, mi Luna y mi Bimba, mis niñas del Gallery, y todas las personas con las que tengo la suerte de compartir mi día a día, pienso en cada uno de ustedes que sé que me leen, y les digo que todo está bien, y que con mucha certeza en algo menos de un mes, estaremos de nuevo compartiendo muchísimos ratos juntos.
Ahora toca seguir, y si digo la verdad me empieza a dar un poco de envidia de la gente que me encuentro cuya aventura dura seis meses, un año y son capaces de dejarlo todo para lanzarse sin un rumbo claro a conocer no tres ni 4 paises, sino el mundo entero… (lo voy dejando caer…xD) Pero dentro de mis posibilidades, toca seguir cargándose de experiencias, enriqueciéndose de todo lo que estas latitudes puedan aportar, para así tener mucho que compartir, y sobretodo, convertirme en una mejor versión de mi mismo. Tan solo estoy a mitad de este camino, aún queda mucha historia por escribir…