El camino hacia Uyuni en bus dura aproximadamente 8 horas y lo mejor es hacerlo durante la noche. Salimos sobre las 22 horas mientras en La Paz caía na lluvia importante, lo que hizo que llegar a la terminal fuera algo más pesado de la cuenta. Algo preocupados porque durante el día habían cortado la carretera por algún tipo de protestas políticas… pero finalmente sin incidentes llegamos a la ciudad (o pequeño pueblo) de Uyuni pasadas las 7 de la mañana. Ya allí, nos recogería Luis, el que sería nuestro guía durante los próximos 3 días de viaje. Nos llevó hasta la agencia donde pudimos dejar nuestras mochilas, y cerca de allí tomar un rico desayuno. Algo de paseo por el centro y hacer tiempo ya que el tour por el salar empezaría a las 10.30 am.
DIA 1 – SALAR DE UYUNI
Como iba diciendo a eso de las 10.30 comenzamos el tour dirección al «cementerio de trenes» que se situa a unos 5 minutos al sur de Uyuni. Un sitio magnífico y muy pintoresco donde tomar buenas fotos y poder explorar el interior de viejas locomotoras y vagones que años atrás estarían en marcha. Este lugar segun nos cuentan no está protegido, por lo que en los últimos años ha sufrido pérdidas importantes, y expolios de toda índole. Una pena, aún así, las viejas máquinas que se encuentran aquí y lo particular del lugar hacen que sea imprescindible visitarlo.
De este lugar partimos hacia Colchani, una pequeña aldea al norte de Uyuni en la que se puede encontrar un mercadillo con todo tipo de recuerdos de sal. Dada la dificultad de trabajar la tierra en la zona debido al alto grado de salinidad, los habitantes de Colchani tienen permitido trabajar una parte del salar, y de ahí vienen los miles de recuerditos que podemos encontrar aquí, así como distintos tipos de sales tanto para ducha como para cocina. Colchani fue nuestra puerta de entrada al Salar, desde aquí, avanzamos por la parte central del mismo ya que la capa de sal situada al sur es bastante fina, y en caso de entrar por ahí probablemente nos hubiesemos hundido con el 4×4.
¿Qué decir del Salar de Uyuni? Nada más entrar desaparecen las palabras de tu mente, y te invade una enorme sensación indescriptible cuya manera de definirla se parecería a un «woooow» con mayúsculas. «L’Immensite» que se diría en francés, o «La Nada» más enorme que jamás haya visto. Sal, sal y más sal a tu alrededor, y los colores: blanco y azul. Azul del cielo, y el blanco de «todo lo demás». Ahí almorzamos, Luis se tomó su tiempo para prepararnos una mesa con clase (no faltaban ni los lazos rojos ni los manteles típicos de una gran boda) y ahí, en medio de un desierto de sal, comimos y bebimos con nuestras gafas de sol puestas. No hay otra manera, es imposible quitárselas, y no llevarlas sería un error enorme por la cantidad de blanco, y el reflejo del sol que te llega por todos lados.
Tras el almuerzo, tiempo para sacarnos algunas fotos de grupo y seguir la marcha en busca de la isla del Pescado. Una isla habitada por diferentes tipos de cáctus que se encuentra «por la cara» en medio del salar… impensable, pero cierto. Pero eso fue más, antes a Luis se le ocurrió la idea de conducir en dirección al norte a ver si sería posible encontrar agua en el salar, ya que días antes había caído una nevada y posiblemente quedase algo. Y así fue, Andamos con los zapatos mojados por esa «nada» ahora cubierta de agua, y conocimos el llamado «efecto espejo» en el que sacamos fotos, vídeos y paramos un rato genial los 6+1 que íbamos en el 4×4.
De ahí como comenté fuimos a la isla del Pescado, donde vimos una postal increíble (adjunto fotos) del contraste de la vegetación con el salar que la rodea, y así acababa el día. Un poco más adelante, paramos para ver la puesta de sol , sacar algunas fotos más y continuar la marcha hacia nuestro alojamiento en San Juan, donde el frío sería nuestro mayor compañero, pero nada en comparación con lo que estaría por llegar al día siguiente.
DIA 2 – LAS LAGUNAS
Despues de lo vivido el día anterior, creo que nuestra capacidad de sorpresa ya nunca sería igual, sin embargo, conforme avanzamos por el recorrido te vas dando cuenta de lo insólito del paisaje, de como hasta que no estás delante de determinados lugares, nunca podrías creer que eso que ves, existe de verdad.
Para no ser pesado, comentar que nos levantamos muy temprano para estar en camino a las 7 am. y en nuestro recorrido pasamos por el Volcán Ollague, y las diferentes lagunas: Cañapa, Hedionda, Chiarkota y Honda, cada una distinta a la anterior y a cual más bonita. Vimos flamencos los que quisimos, y finalmente llegamos pasadas las 4 de la tarde a la Laguna Colorada (previo pago de 150 bolivianos por entrar al Parque Nacional Avaroa) y cerca de ésta, nuestro alojamiento.
El alojamiento no tenía desperdicio, ni duchas tampoco. Merendamos y cenamos al mismo tiempo, y entre los 6 nos tomamos 8 botellas del vino que habíamos comprado en la mañana. Nos reímos y compartimos muchísimas cosas, sin duda habíamos tenido muchísima suerte con el grupo que nos tocó. Javier, Daniel, Jonathan y Luisa, todos arquitectos (vaya casualidad) de edad simiilar a la nuestra y con un rollo de viaje bien diverdido. Como siempre les mando un saludo. Y nunca me olvidaré de esa noche! Del espectáculo de estrellas y montañas nevadas en la madrugada, y de cuando salimos a buscar más vino y nos encontramos con aquel pequeño antro, en el que hubiese estado bien pasar algunas horas más, si no fuera porque a las 5 am teníamos que continuar la marcha.
DIA 3 – LLEGADA A SAN PEDRO DE ATACAMA
Creo que fue la mañana más fria de mi vida, y creo que estabamos a unos 20 grados bajo cero. Nos pusimos en marcha aun de noche, y vimos amanecer en los Geysers a más de 4700 msnm. Los chicos se sacaron muchísimas fotos, en mi caso el tiempo justo para bajar, sacar algunas y sentir como mis dedos se congelaban, acto seguido, nuevamente al coche.
De ahí a una hora llegamos a las aguas termales, donde nos despedimos de los muchachos, ya que ellos continuaban su viaje de regreso a Uyuni mientras nosotros continuabamos hacia San Pedro (Chile). En el camino a la frontera paramos para observar el Desierto de Salvador Dalí (con este nombre dado que parte de su obra se inspira en él), la laguna Verde frente al Volvan Licancabur y la Laguna Blanca, todas ella impresionantes. De ahí cruzamos hasta Hito Cajones, donde pasaríamos el control fronterizo entre Bolivia y Chile.
Si bien habíamos tenido unos días geniales, dicen que siempre hay algo que te jode el momento, en este caso fue la frontera con Chile, tras una larga espera, unos agentes que hablaban de sus aventuras las noches anteriores mientras sellaban pasaportes como si el tiempo y la cosa no fuera con ellos, y una revisión exaustiva de cada uno de los bolsos… «LLENÁTE DE PACIENCIA, porque en Chile las cosas son así» me decía algún Chileno durante mi estancia. Sin embargo, despues de lo vivido, y de lo que habíamos tenido la suerte de ver, nada iba a empañarnos la visión. Anécdotas del viaje, así lo tomamos, y sin más, continuamos con nuestra marcha.